Una profunda tristeza atravesaba sus ojos. De niña podía verlo, me daba miedo, desconfiaba. -” Yo soy tu abuelo feo me decía”-, y se reía como si no le importara. Había en esa mirada triste un halo de ternura y soledad. Hoy sé con toda certeza que esa tristeza que eras, Abuelo, me habita, la he llevado de siempre como un nudo profundo en la garganta y el pecho, es mía, soy tristeza y eres tú en mí, Abuelo; un acuerdo en silencio, una memoria profunda y vieja que lleva mi cuerpo entrañable, queriendo esa, esa tristeza imposible.
Como tejido de resistencias sin rostro. Ahogado por un sentimiento de ausencia. Ausencia de voz, de la acción justa o propicia, de proyecto de ser, de alguien que liberaría del ensimismado llanto que brota perdido.
Más nada de eso es la tristeza. No es su potencia, sino, apenas resistencias a sentir y saberse tristeza. Resistencias que habitan al vientre endurecido, entorpeciendo el fluir peristáltico que es la acción misma de dejar ir. De soltar lo mismo la mierda que lo que sea aferro. Aferramiento que fija al yo, fijando al tiempo lo perdido.
Fijas las memorias del cuerpo, resecando, debilitando, drenando los tejidos, como efecto, no de la tristeza, sino, de detenerla. Obturada, ensimismada, retraída su memoria profunda que quiere poder dar su voz, cantar su historia.
Así, veo su canto: La potencia de la tristeza es como un ritmo, cae suavemente como luz de ocaso. Brilla entre las sombras anunciando un vacío. La tristeza te saca del tiempo propio que se te escurre entre los dedos. Entre fragmentos y máscaras de límites permeables y mudables. Deshace con la promesa de liberarnos solo al derramar su fuente nómada. ¡Devenir nómadas! Y, en el extremo de la tristeza: su exceso. Un encabalgamiento de reacciones y de acciones entre el ser de lo sensible y el mundo que abre el vacío al devolver mis pies a tierra. Encabalgamiento entre gozo y tristeza: voluntad de tristeza, Abuelo, voluntad creadora de tristezas.
Así, quienes han podido cantar su canción eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario