viernes, 17 de julio de 2020

Audiolibro "El sueño creador"

   





             

“El sueño creador” es un texto revelador de la psicología humana, que trata a fondo el problema de la libertad humana.

María Zambrano nos dice que despertamos del sueño a la vida por ello los sueños son parte intrínseca de nuestro ser, pero lo son de un modo muy peculiar. Son algo así como la materia obscura de nuestra sustancia. Pero quizá lo más revelador de los sueños al analizar su forma, su lugar y su materia, a través de una fenomenología de los sueños, es lo que tienen que decir respecto al ser que somos en vigilia. Y es por eso que existen diferentes tipos de sueño: los sueños de la psique, los sueños de la persona y los sueños creadores.


En los sueños de la psique reina la atemporalidad y la ilusión del movimiento. Zambrano nos dice: en ellos nuestra conciencia se sumerge, es arrastrada por un fluir incesante de fragmentos figurativos. Fragmentos por los que retornan escenas de nuestro pasado como si éste realmente no se hubiera hecho pasado; como fragmentos de las memorias que insisten y se mezclan con el presente, son sueños de deseo donde la conciencia aparece dominada por su pasado; o bien, surgen deseos invertidos, por ejemplo, ofrecemos un regalo a alguien (máscara de generosidad) a quien en realidad querríamos quitar algo que envidiamos. Son sueños en los que la consciencia asiste sin la posibilidad de extrañarse, de preguntar, ya que para preguntar se requiere de un vacío, de un distanciamiento que abre en la vigilia y que, hace posible experimentar la discontinuidad, es decir el tiempo como presente, pasado y futuro que transcurre; que abre al devenir; que abre a la posibilidad de que algo pase. El vacío es la condición de posibilidad para que podamos hacer uso del tiempo y el espacio. Extrañarse, preguntar es la condición para ser libre. Libertad que emerge en medidas, grados y formas muy distintas.

 Más los sueños aparecen como un espacio lleno, sin vacíos, sin poros, sin la posibilidad de extrañarnos, es decir, en los sueños no podemos pensar por absurdo o raro que sea lo soñado. 

La consciencia asiste en los sueños. Mientras que, en vigilia, existimos, es decir, se abre a ella el tiempo y el espacio del que podemos hacer uso. La existencia es el campo de posibilidad de toda libertad humana. Pues como nos dice Zambrano, no es lo mismo la vida, que vivir la vida, y, toda vida humana exige que sea vivida.  Vida que es el lugar de encuentro entre los seres. Por ello, por tratarse de encuentros, la vida es el lugar donde no sólo podemos ver, sino que todo ver es simultáneamente ser visto. Inclusive cuando nadie nos ve, nos sentimos de uno u otro modo mirados, lo que obliga siempre a responder de la propia vida, como sea que seamos capaz de ello. Ver y ser vistos es la condición que abre el camino al amor, a amar.


Sin embargo, podemos vivir la vida como dormidos. Emparentando nuestro vivir con los sueños de la psique. De hecho, por tratarse de nuestra sustancia, los sueños emergen y actúan más de lo que imaginamos en la vigilia. Irrumpen y emergen en el olvido, la distracción y como motor inmóvil de nuestras obsesiones y angustias más profundas. Este tipo de sueño puede incluso gobernar toda una existencia o partes de ella. Se trata de nuestra existencia cuando se da entre fragmentos que transcurren sin que nos hagamos mayor cuestión acerca de lo vivido. Existencia que no hemos hecho realmente nuestra. Y si nos aparece alguna cuestión, ésta tiene la forma de las preguntas ya habidas en tanto tienen el peso de las historias que se imponen dominantes. Se trata del peso de la herencia recibida, sin que seamos capaz de plantarle cara, es decir, de responder a la propia herencia. De ser actores de un guion recibido, sin la capacidad de una acción liberadora, de la que sólo la persona es capaz. Se trata, de la sujeción al <<tú debes>>. Se trata de ser sujeto a la fatalidad-destino. Se trata de vivir dominados por el peso de un pasado que no termina de pasar, es decir de perecer (palabras de Zambrano). Se trata de vivir dominados por deseos que son la suma de nuestros anhelos y ansiedades y de vivir amenazados bajo el latido de la angustia que anuncia una muerte segura. Se trata de hacer de la queja y de la culpa (culpar a otros) nuestro argumento predilecto. Es la existencia que experimentamos entre mascaras. Mascaras que aparecen como sustitutos, de entrada, no sabemos de qué. De un vacío, de nada, quizá. Por lo pronto esa es otra cuestión.    


                                     

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