martes, 17 de mayo de 2022

El mito detrás de una obsesión

 




Úrsula Buendía es el personaje de un sueño un sueño. Ella misma me contó su historia.

Una mañana despejada, apenas sin brisa, Úrsula estaba por emprender un viaje en barco con sus seres más queridos. Pero como solía sucederle en instantes en los que la distracción inundaba su consciencia, al ser desposeída de ese preciado sentido de sí, Úrsula que se había alejado del embarcadero y al regresar, se subió al barco equivocado.

Úrsula se dio cuenta del error cuando ya habían zarpado, nada podía hacer, sus gritos quedaron ahogados entre el oleaje y la sirena. Úrsula pensó – “Bueno, no pasa nada, los buscaré en el siguiente puerto”-, olvidando así su angustia y entregándose a la expectativa de la soledad y el anonimato que le brindaría un día así, perdida.

El viaje fue extraño por breve. Llegaron a una pequeña Isla que parecía salida de la nada. Aunque paradisiaca por su verde esplendor, aquel lugar pasó de ser exótico a francamente extraño.

Al desembarcar, los esperaba una comitiva de recibimiento. Úrsula pensó que aquella comitiva tan simétricamente esculpida parecía el anuncio mismo del horror. Y así fue. Aquellos seres en serie no dieron lugar a que cada uno de los pasajeros se perdiera por su camino. Conduciéndolos, a cada paso, hacia una entrada que cada vez se estrechaba más, y toda esa verde promesa dio paso a unos  pasillos blancos que conducían a salones llenos de personajes desconocidos. 

En uno de esos salones, Úrsula pudo observar como aquellos seres resaltaban por su teatralidad, como representando distintas escenas encajadas al vilo dentro de una inverosímil blancura. Los cuerpos parecían saturados de gestos ensayados que no podían dar lugar a vacío alguno, nada había que preguntar, pues, nada podía ser oculto, o, secreto. Todo se daba a la vista que resaltaba aquellas figuras faltas de movimientos permeables. Aquel lugar carecía de sonidos, sin embargo, tampoco había entero silencio ya que todos parecían sumidos en alguna suerte de monologo visible entre sus gestos al par ensimismados. De algún modo reinaba un frío mutismo, lo que también volvía imposible la soledad necesaria para pensar. Carentes de vida interior, la soledad se proyectaba tan sólo como endurecimiento de resistencias que, sosteniendo a cada personaje apartado se volvía cautivo de su aislamiento.  Pero, algo, algo humano que todavía latía en Úrsula, le permitía sentir lo extraño de todo aquello.

De repente y sin aviso, todas las escenificaciones formaron un círculo que, rodeando un altar lo volvían su único centro gravitatorio. Más, nadie parecía notar su existencia pese a las fuerzas que parecía concentrar. 

En el altar se encontraba sentado un ser que, Úrsula pudo percibir, delgado y de larga cabellera, que parecía sumido en un sueño infrahumano, como un centro de adoración y tributo. En ese momento sintió que la recorrió el espanto; al mismo tiempo que la imagen divina se desvanecía, una fuerza sagrada, descomunal la poseía, elevándola del suelo. Y, sin poder resistirle se deslizó por encima de todo como absorbida por un vértigo. Úrsula se sintió extasiada en ese horror que duró el aleteo de una eternidad. Úrsula había perdido la fuerza del conocimiento.

Sin más, se encontró sentada frente a una pantalla, respondiendo, una y otra vez, la misma novela insufrible. Sintiéndose obligada a obedecer el mandato de simular un movimiento. Más su abotagamiento le recordaba de algo impreciso. Alzó la mirada, se había sumado a aquella primera escena en donde todos los involucrados parecían simular a la perfección un acto, que, alocado, original o espontáneo no dejaba de ser sólo un acto. Parecía como si cada uno perdido en lo suyo, lo propio e indivisible, sobresaturara los hilos del tiempo, y lo suyo de algún modo aparecía permanecer sentada, respondiendo a aquella pantalla insufrible. 

Por momentos, mirábanse los unos a los otros, tan sólo para reafirmar que cada uno hacía lo suyo, lo propio. Lo propio era nada, y en realidad nadie sabía qué era más allá de ese gesto de confirmación entre sus miradas en suspenso que los oprimían. Aquello parecía insostenible. Úrsula cobró consciencia de encontrarse en otro mundo y de estar a punto de olvidar su procedencia. Lo último que se dijo –“¡Esto una trampa!”- Y sintió una oleada de espanto que la despertaría. Así fue como Úrsula se despertó en mi sueño, desplegando en colorida imagen su pensamiento, como el enigma de un movimiento, apenas un fulgor a punto de desvanecer. 

Úrsula existe a través de la palabra que la nombra y despliega sus historias, y que, ahora también le pertenecen. Más, ya nada era lo mismo. La línea del tiempo, o, el tiempo sucesivo, se había roto. Úrsula se había caído del tiempo. 

Desde entonces ella aparece entre sueños, entre visiones, o, enigmas inmersos de luz nocturna, de encantadores ritmos por los que vuelven a abrirse las puertas del tiempo, fuera del tiempo, más acá del tiempo, a otros tiempos… cabalgando la luz de la luna, ligera; de frío reflejo de memoria eterna, de misterio. 

Ensoñando, posee el mínimo de ser posible, más, no es un fantasma, es visión natural, visión pura de ser y de pertenecer a la tierra, vertiendo caos al mandato irrevocable de algún hecho enmudecido al que ya nadie responde ni pide respuesta; despertando la vida negada a sueños y ficciones adormecidos. Vida del caos para sentir que no son solo sueños y ficciones los que alguna vez también fueron mitos. Mitos co-creadores del tiempo que es también y desde el principio atrevimiento. Singular atrevimiento de deseo. 

1 comentario:

  1. la lectura de Úrsula me coloca en un acecho surrealista y me invita al destrampe .

    ResponderEliminar