¿Cuál será el juego al encuentro de lo imposible? Al desafío de la producción de verdad, de lo valedero y no valedero, lo sano o lo enfermo, producción en modo alguno desdeñables que hace posible a esos procesos sin fin, diseñados como un sinuoso círculo cuyo motor es el olvido de la voluntad de poder al haber instituido una distribución aparentemente fija entre opuestos.
No decimos tirar los procesos por la borda, sino seguir sus bordes dando testimonio de lo que posibilitan. Seguir su sombra y afirmarla.
Aguzar el oído al paso de la noche. Intensidades de la noche alertando nuestros sentidos, sembrando la pregunta en torno a lo que nos excede.
Inconmensurable deseo que no confina lo sagrado a ser locura, imaginación, sueño: falacia, irrealidad. ¿Qué estratos sumergen al deseo en contradicción con la razón, la voluntad? ¿Qué prácticas reducen al sueño, a la locura a ser escombros o restos de un sujeto inconsciente? ¿Qué formas de conocimiento y de poder afirman categóricamente la imposibilidad de lo sagrado? ¿Qué enunciados emparentan lo divino con la luz, la luz con el bien, el bien con la idea de ser feliz y ser feliz con librarse hasta de la tierra? Para que así suceda, se requiere apartar el mal, el dolor, el gozo, la voluntad de poder, nuestras sombras. Se requiere fijar las perspectivas a partir de unas cuantas consignas y con todo lo que éstas excluyen. Pues la cordura no siempre ha sido en contradicción con la locura, con el dolor.
Cuestionar lo percibido y su horizonte. Conocer que nos es dado reconocer y cómo. Campos a través de los cuales una posible manifestación singular se confunde, pero también de formas de conocimiento que se nos presentan como invariables, anudadas por el sentido de una ley irrevocable. Conocer y no necesariamente desechar o condenar. Saber de las miradas que a cada quien instituyen y cómo. Saber que también las hemos deseado.
Pues qué nos mueve, ¿son los discursos? O es el deseo, la angustia de frente al caos, al enfermar. Qué nos desafía sino el sabernos atravesados por sueños que no son nuestros. Qué nos seduce sino la pregunta por el amar, el deseo de devenir animal, planta o dios. Y quizá insista en nosotros el saber que todo esto y más, que queremos, que resistimos, ha hecho estallar la separación entre lo sagrado y lo profano. Y qué es eso que estalla en los entresijos del cuerpo.
“si después de todo, el hombre tiene necesidad de mentir, allá él. El hombre que, tal vez conserva su orgullo, es ahogado por la masa humana... Pero, en fin: no olvidaré jamás lo que de violento y maravilloso se alía a la voluntad de abrir los ojos, de ver de frente a frente lo que pasa, lo que es. Y no sabría yo lo que pasa, si no supiera nada de placer extremo, si no supiera nada del dolor extremo. Entendámonos: nada sabemos y estamos en el fondo de la noche. Pero al menos podemos ver lo que nos engaña, lo que nos desvía de saber nuestra angustia, de saber más bien, que el placer es la misma cosa que el dolor, lo mismo que la muerte .” G. Bataille.