
Despertar sin contornos ni palabras. Despertar, entre flujos apenas sensibles. Intangible claridad que llama. Sentir que va despertando en la suavidad de la caricia y la aspereza, el placer y el dolor. Más, ¿Qué es esta suavidad sin nombre, sin palabras la aspereza? Primera cuestión: abrir o cerrarse; resistir, o, ir al encuentro.
Previo al amanecer, el frio alborea. En él no predomina la imagen, ni forma de exterioridad o extensión alguna. Afuera y adentro no preexisten a la sensibilidad de estos vivos encuentros de flujos maleables e invisibles.
Retorno de la luz de lo sensible, luz oscura y entre sombras. Levedad que suele pasar inadvertida hasta volverse insensible, irreal, ausente; pues, habiendo privilegiado el tiempo como tiempo sucesivo[1] volver es volver entre fragmentos de lo que esobturado, vuelto extraño, inaccesible. Olvido a despertar a lo sagrado; de insospechada profundidad sin propietario que la reclame. Pues que, propietario no requiere, pero sí de despertar a nuestras entrañas y de nuestras entrañas el misterio de la noche que todo inunda.
Despertar de la placenta oscura de la noche,camino a la libertad prometida, dando a luz un cierto o incierto personaje larvado desde los sueños [2].Despertar de tantos caminos y vías, que son también, anzuelos: Habitar con indiferencia. Sentir que se traduce en gestos de dureza, cerrazón, hostilidad, confusión, debilidad, o una profunda tristeza que puede tomar la consciencia para sí sin dejar espacio a nada más que condena. Sensibilidad que manifiesta los modos de aquellas severidades que la han habitando. Hostilidad como zonas de intensidad que pueden herir a través de los tonos de voz y lo cortante de unos gestos, a veces, simplemente imaginarios. Debilidad al ser incapaz de habitar cada instante y devenir. Devenir de esa otra sensibilidad abismal pero despierta a los ritmos de la tierra y del mundo, donde emerge lo Divino de cada amanecer, de cada instante de luz que llama.
Y, tal vez, no llama por ser necesariamente más tranquilizadora. Es el olvido más tranquilizante. Más tranquiliza dopar los sentidos de la tierra y del mundo. Más tranquiliza adormecer al cuerpo. Que sea solo “El Cuerpo” de tejido civilizado y domesticado. Cuerpo asimilado al malestar de sus tiempos y su cultura. Domesticando cada soplo divino. De divina y terrible naturaleza que llama, que siempre llama al Poder. Fino despliegue de sabiduría tejiendo mandalas de sangre derramada, tejiendo bendiciones y maldiciones. Tejido incesante, impropio, excesivo.
[1] María Zambrano “El sueño creador”
[2] Ibidem
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