En el curso imagen movimiento- imagen tiempo, Gilles Deleuze propone pensar
distintos modos en los que, por un lado, ciertos principios lógicos han
conformado los presupuestos en la historia de la filosofía que regulan las
formas de la verdad de lo posible, es decir, de aquello que hace de contenido
del pensamiento. Nos muestra cómo, a partir de la modernidad, se ha intentado
demostrar la identidad entre la lógica y el desarrollo del pensamiento capaz de
pensar efectivamente lo real, lo existente; pero, esto supone haber establecido
cómo es la relación entre lo real, lo existente y el pensamiento. Se trata del
principio de identidad, el principio de no contradicción y el principio del
tercero excluido. Este último, nos dice, tiene la peculiaridad de ser el único
desembarazado del verbo ser, más bien, discurre en el sentido de las
alternancias, la alternativa: “tengo el sentimiento, cuando veo las imágenes de
Carl Theodor Dreyer, que eso alterna. No es un contraste del negro y del blanco
que expresarían un combate entre la luz y las tinieblas. Es una alternancia,
que puede ser despiadada, entre el blanco y del negro, como en un adoquinado,
una baldosa blanca y una baldosa negra” (Fuente de internet, curso: Imagen
movimiento imagen tiempo 1983 Gilles Deleuze p 18.)
La propuesta de Gilles Deleuze es desarrollar la siguiente fórmula,
acorde al tercer principio: “Pensar es elegir un modo de existencia, de aquel
que elige” p 21. Más, aquello que hace posible elegir no se reduce a lo que por
el pensamiento pasa, pues el pensamiento mismo se encuentra y se descubre a
partir de una diversidad de ámbitos de expresión y de poderes diversos. Idea
que bien podemos desarrollar con Nietzsche.
En contraparte al pensamiento racionalista que funda su identidad con estos
principios lógicos, Nietzsche vislumbra oros modos de vivir y de pensar
partiendo de la afirmación y de la experimentación de fuerzas que son deseos,
quereres, voluntades, pero, en el sentido de constituir multiplicidades. En
“Así Habló Zaratustra”, Zaratustra, no
da ordenes a la vida, escucha y espera, desciende
por el más profundo de los abismos, siente hasta el más oscuro de los silencios,
hasta caer del tiempo y develar diversos modos de ser del hombre. Zaratustra no
se aísla, vive la más fecunda de las soledades; vive su palabra y su pensar tan
intenso, tan preciso. Zaratustra da cuenta implacable de
aquellas fuerzas reactivas y sentidos inconscientes que dominan a los hombres
de su tiempo. Fuerzas ocultas, enterradas, olvidadas de las que emergen
tesoros y ruinas. Fuerzas reactivas como el resentimiento, la culpa y la
tristeza.
Más, los núcleos de estas fuerzas ¿son ciegos e indiferenciados? o, ¿nos
enceguece el temor al presentir lo indefinido? Así, los demonios de Zaratustra responden:
-
¿Cómo sentir
que vemos y que pensamos con todo el cuerpo, entre y por sus diferencias vivas?
Diferencias irreductibles a lo que comúnmente o habitualmente experimentamos
conscientemente, diferencia que es sí mismo. ¿Cómo desplegar la multiplicidad
de pensar, si no transgredimos nuestros sentidos? ¿Cómo transgredir los
anclajes del sujeto dividido, fruto de creernos tan sólo al amparo del
principio de identidad, subordinando todo sentido de devenir al principio de no
contradicción? ¿Cómo cedemos nuestras fuerzas pare ser amoldados, domesticados,
adormecidos y sublimados? La modernidad susurra: “cómo hacer para no chapotear
en el caos de este mundo, en el caos de los sentidos, para en vez de ello
elevarse por medio de una vida espiritual que el hombre se de a sí mismo, y
apenas lo alcance el bullicio del mundo”- (Fuente de internet, curso: Imagen
movimiento imagen tiempo 1983 Gilles Deleuze p 13)
En contraparte, no es la gran razón, o, el sí mismo del que habló
Nietzsche, la pequeña razón que es en identidad con el espíritu del mundo o
sujeto.
“Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, al que
llamas <<espíritu>>, un pequeño instrumento y un pequeño juguete
para tu gran razón. El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara
subyuga, conquista, destruye. El sí-mismo domina y es también el dominador del
yo.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encontrará un
soberano poderoso, un sabio desconocido llámese sí-mismo. En tu cuerpo habita,
es tu cuerpo.
Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para
qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?
El sí mismo dice al yo: << ¡Siente dolor aquí!>> y el yo sufre
y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir – y justo para ello debe pensar.
El sí mismo dice al yo: << ¡Siente placer aquí!>> y el yo se
alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo – y justo para ello debe
pensar.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar
constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el
valor y la voluntad?
El sí mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó
para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu
como una mano de su voluntad. Incluso en vuestra tontería y en vuestro
desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a nuestro sí mismo. Yo os digo:
también vuestro sí mismo quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de
hacer lo que más quiere: -crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ese
es todo su ardiente deseo. Para hacer esto, sin embargo, ya es demasiado tarde
para él: - por ello vuestro sí mismo quiere hundirse en su ocaso,
despreciadores del cuerpo ¡hundirse es su ocaso quiere vuestro sí mismo, y por
ello os convertís vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaz
de crear por encima de vosotros.” (Friedrich Nietzsche, así habló Zaratustra.
Ed. Alianza 1994. P. 64-65.)
¿Acaso mueren y se desgastan nuestras pasiones, nuestros impulsos? ¿Cómo
nos volvemos incapaces de crear por encima de nosotros mismos? Cuando decaen
nuestros impulsos, sucede que nuestros proyectos se convierten en anzuelos, en
laberintos sin salida, derivando hacia un profundo tedio o desprecio por las
cosas y por la vida misma. Quedando reducido el Ser a lo definido, lo luminoso;
o, quedamos apegados a nuestros más preciados objetos; y, entre más desgastados,
tendremos a pensar:
-Para qué, si todo da igual, si todo
es lo mismo-.
Más, si pensar es elegir un modo de existencia de aquel que elige,
entonces, aun si no lo sabemos, nuestros modos de elección son irreductibles a
los objetos, ¿cómo es que ignoro que el tema de mi elección no se debate entre
términos objetivos que requieran justificarse? Los demonios responden a
Zaratustra: -Los impulsos no requieren justificación. Son acontecimientos de
superficie, irrumpen. Ven y da cuenta de los acontecimientos de superficie,
donde el querer irrumpe, donde el deseo irrumpe, donde la multiplicidad de
sentir se despliega maleable, esbozando paisajes, trazando signos de todos tipos.
Fuerzas, capaces de desterritorializar aquello que crees son las cosas, los
deseos.
-Cuando me digo enamorado, sintiéndome casi enamorado, “¿es que voy a
elegir entre Albertine y Andrea?”, ¿Dónde está la elección, yo que habré
elegido? De hecho, no es entre Albertine y Andrea que yo elijo. Cuando yo
hubiera elegido, el porvenir me lo enseña que he elegido algo distinto que
entre Albertine y Andrea. Yo elegía entre el modo de existencia que tendría si
amara a Albertine, si eligiera a Albertine, y el modo de existencia que
tendría, en mi imaginación, si eligiera a Andrea. Yo elegía no entre dos
términos llamados objetivos, elegía entre dos modos de existencia míos.
Presentía, sabía que Albertine no me daría el mismo modo de existencia que
Andrea. Albertine es quien puede volverlo celoso, y Proust buscaba eso. No
podía estar enamorado sin estar celoso. Lo que quería es estar celoso; el amor
subrogado a los celos. (Fuente de internet curso: Imagen movimiento imagen
tiempo 1983 Gilles Deleuze p. 20)
Si pensar es elegir un modo de existencia de aquel que elige, cabe precisar
que un modo de existencia no es lo mismo que un fin. La finalidad puede ser
signo de la multiplicidad del sentido que es justo la unión entre fuerza y
palabra, imaginación e impulsos … manifestación que pueden ser bienaventurada,
o no, emergiendo entre múltiples fuerzas, voluntades, deseos afirmados o
impuestos; es decir, entre devenires de fuerzas activas y pasivas. En este sentido,
como lo afirma Gilles Deleuze, el deseo se puede entender más al modo de una
fábrica que como un teatro. El deseo es producción de flujos que serán
codificados. Así, también es cierto que la experiencia medianamente consciente
que del deseo se tenga, se produce a su vez desde el mundo, es decir, lo que experimentamos
como deseo será también codificado.
Así, nuestros modos de existencia abriendo entre multiplicidades de
paisajes, algunos ya existentes, otros más por emerger, o, por ser creadores,
pero poseen una sola cara de flujos infinitamente territorializables, el
cuerpo, o, cuerpo sin órganos. Flujos de la tierra corporizándose, moldeando
sedimentaciones variables, en constante movimiento; algunos visibles, otros que
no los son. Flujos codificados o aun por codificar.
Vivimos un tiempo presente, presente que es ya pasado y futuro, y otra
forma del tiempo: el devenir; de ahí que más que tener un cuerpo, más que sólo ser
un cuerpo, nos corporeizamos a cada aliento vital.
Por lo anterior, no será lo mismo un modo que un estado existencial. Pues
los estados existenciales quedan dominados por la primera forma de tiempo, renunciando
al devenir, en otras palabras, renunciando a singularizarse. Un estado existencial,
estará dominado por puntos de subjetivación determinados, (como los llama
Deleuze) que operan como anclajes haciendo encallar las barcas, bajo el
supuesto de:
-
“así son las
cosas, por lo que así seguirán siendo” “así me tocó vivir” “así soy yo”, se
trata de los puntos en los que ha quedado fija la conciencia de sí.
En la película “Precio del Éxito” de Woody Allen se presenta un estado
existencial consumido por el apremio, el apuro y la necesidad del éxito que,
sin saberlo, se quiere frustrado, siempre acompañado de alguna mujer
desencantada, castrante y misógina.
En la película “Zelig” de Woody Allen, Zelig es un personaje muy peculiar. Él
encarna a un hombre cuya constante es la de ser radicalmente lo determinable.
Nos dice, el narrador de la película: determinado a vive una existencia
inexistente. Sin embargo, Zelig, puede, sin saber cómo lo hace, simular una
infinidad de existencias posibles. Esto es así, porque su mayor defensa contra
la vida, consiste en ausentarse. Es decir, Zelig, no ejerce una voluntad propia.
No quiere ser amenazante a nadie, cree que es débil. Entonces se ausenta, se ausenta de sí mismo y
a sí mismo. Así, él se vuelve invisible, simplemente no resiste. No ejerce
ningún tipo de resistencia. Desde su ser pasivo, permite que otras fuerzas lo
habiten y él simplemente les sirve de espejo, las simula, las imita, pero viéndose
llevado a ello.
En contraparte, el poema, Los
Amorosos, de Jaime Sabines, de una manera muy bella, nos da a pensar
un cierto modo existencial: existencia sostenida en la búsqueda del amor. Nos lleva
a imaginar la multiplicidad de amar a través de la palabra, y diferentes modos
de la afirmar y de negar la vida misma.
Así, puesto en juego algún sentido, un modo, o un estado existencial,
constituye un monto de fuerza afirmándose. Afirmación que como muestra
Nietzsche, puede ser activa o puede ser reactiva. En cualquier caso, nuestras
elecciones emergen entre campos de fuerzas variables, que, una vez afirmándolos
Uno, constituyen montos de fuerzas queriéndose, como una apuesta de vida, que
incluso, pudiera ser olvidada conscientemente, sin por ello dejar de hacer
sentir sus efectos inconscientes.
Las voluntades manifiestas en estos modos de existencia pudiendo abrir y
formar múltiples caminos, siendo ellos mismos palabra, visión posible, clara o
en tinieblas; bien pueden no manifestarse plenas de no dar cuenta del acontecer
de múltiples fuerzas y el pensar como una multiplicidad que es el cuerpo, y el
cuerpo siempre es el cuerpo presente o ausente, así como también es el cuerpo
del devenir con sus múltiples resistencias. El cuerpo nunca es un islote a no
ser que abortemos el mundo y la vida que lo sostiene y nutre, pero, también lo
desafía.
Entonces, qué implica decir: - “Así son las cosas”, cuando de la propia
existencia se trata. Tal vez, implique el olvido de los modos de existencia que
había sembrado, que elijo sin dar cuenta ya de las voluntades implicadas a cada
instante. Pues, es cierto que somos
habitados y que expresamos voluntades también ajenas; es cierto que somos
pensados y poseídos al elegir y ser sujetos de repliegue de las fuerzas que somos,
dejando al cuerpo ser sólo nicho de otros pájaros.
Así, en uno mismo siempre convergen múltiples modos de existencias, pues
pensar es justo excederse por el ámbito de lo posible. Pero, entre más fijo sea
el pensamiento, aquello que pueda manifestar en el tiempo parecerá agotarse
entre dominios, estados de ser excluyentes entre sí.
Nuestras fuerzas, nuestros impulsos replegados se manifiestan
fluyentes cuando los afirmamos, afirmando el querer y el poder que nos
habita fatalmente, dando cuenta de él, de su multiplicidad, afirmándolo y
manifestándolo en exceso y, en ese sentido, viviendo; de modo que el monto de
fuerzas no se repliegue, por ejemplo, en espera de un ideal futuro jamás
presente, o se agote a la espera de algún pasado mejor, y, más bien, que los
sentidos se excedan intensivamente, abriendo desde su centro, su devenir, al
tiempo, muriendo al sujeto condicionado, sublimado; viviendo la muerte.
Lo que Nietzsche nos propone, es revivir al sembrador más cercano al
silencio, a la música, que a los imperativos y a los discursos. Todo estado de
existencia contiene algo que escapa, que siempre escapa al pensamiento, algo de
naturaleza intensiva, maleable, movediza, enraizado al cuerpo, que emerge en el
cuerpo, que es el cuerpo.
"No busco el placer en la certidumbre, sino en la incertidumbre, en
vez de <<causas>> y <<efectos>> creación continua; no
en la voluntad de conservarse sino de dominar; no más esta humilde locución:
<< ¡todo es subjetivo! >>, sino esta afirmación: << ¡todo es
también obra nuestra! ¡estamos orgullosos de ello! >>" (voluntad de
poder, libro iv, 235)
“Vosotros hombres superiores, ¿qué os parece? ¿soy un adivino? ¿un soñador?
¿un borracho? ¿un intérprete de sueños? ¿una campana de medianoche? ¿una gota
de rocío? ¿un vapor y perfume de la eternidad? ¿no lo oís? ¿no lo oléis? En
este instante se ha vuelto perfecto mi mundo, la medianoche es también
mediodía, - el dolor es también placer, la maldición es también bendición, la
noche es también sol. –idos o aprendéis: un sabio es también un necio.”
“¿Habéis dicho si alguna vez a un solo placer? Oh amigos míos, entonces
dijisteis sí también a todo dolor. Todas las cosas están encadenadas, trabadas,
enamoradas. (Así hablo Zaratustra F. Nietzsche.)”
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