jueves, 22 de mayo de 2025

Los celos



Los celos, como un sentimiento que constriñe y que quema, son capaces de consumir lentamente, sofocando con una confusa humareda que enceguece. 

Hemos sido testigos cómo los celos aliados con la rabia, pueden llegar a ser asesinos. Como los mitos, la literatura y la vida nos han mostrado. 

En la película mexicana “Él”, vemos a Arturo de Córdova protagonizar a un personaje posesivo hasta el exceso de la rabia y el delirio. Rabia que responde a un sentimiento más profundo, al temor de perder a quien "Él" desea tener bajo su control. Temor, que también puede esconder rabia: “preferible su ruina, o, su muerte, antes que perder por el robo de una traición". 

Resulta que en nuestras sociedades los celos, cuando no llegan a expresar estos extremos, están bastante normalizados, pues, se los interpreta como signo de amor. Sin embargo, los celos están profundamente ligados con la manera en que circula el poder, la competitividad, el control y el deseo; de  cómo, a estos,  se los concibe en nuestras sociedades. 

Los celos no son una emoción, son un sentimiento, que tiene como uno de sus efectos el ejercicio de control, o, dominio sobre el deseo, la valoración y la posesión de otros.

Discursivamente, los celos, parecieran estar determinados por cierto sentido de apropiación y privación. Sin embargo, pensadores como David Cooper, muestran una estructura más escondida, una unidad simbiótica, en aquellas personas en quienes los celos son una constante. Unidad cerrada que no soporta la llegada de un tercero, a quien, el celoso, se imagina de presencia amenazante. Pero ¿En qué consiste la amenaza? 

 Quien queda atrapado por los celos, es debido a que no se concibe, a sí mismo, separado de aquel a quien cela. Pero esta idea de separación es algo más que la idea de una pérdida por traición y humillación, oculta, cómo dicha unidad simbiótica ha servido de soporte de múltiples proyecciones que al derribarse,  exponen al celoso con su propia indigencia, sentimiento de falta,  de insuficiencia, de nada... 

“Eres en mí, tal como yo soy en ti”.  Esto sería al modo de una pareja celosa. Lo que en los hechos se traduce como: “deberías ser tal como te pienso, en función de mi seguridad”. Se entiende que, tal sentimiento de “unidad” no da  cuenta del ensimismado espejo de quien espera ser colmado por “otro”, a quien no concibe ser desde su propia e irreductible soledad.

Así, en un sentido más profundo, los celos como la envidia, surgen entre sombras, diría Maria Zambrano. Bajo la tenue luz, de las tinieblas que resultan de la figuración de semejanza.

Citando a María Zambrano: Frente a la visión del mundo exterior, creemos vivir dentro de unos límites, por los que nos sentimos defendidos; pero, frente a la visión del semejante, nos sentimos al descubierto, como inmersos en un medio homogéneo de donde emergemos a la vez.  (Zambrano, pág. 285)

 De esa interioridad, de donde surge el sentimiento de semejanza, “sentimos unitariamente a la persona que es el prójimo y a su lugar de existencia. Y la sentimos como se siente toda realidad, por los límites con la nuestra, por su acción sobre nosotros. Pero, en lo que nosotros padece la realidad de la persona semejante, es algo mucho más profundo que lo que se siente afectado por las cosas no vivas y por las circunstancias vivas que no son nuestros semejantes; ante él nos sentimos comprometidos y en peligro; nos sentimos acrecentados o disminuidos. (Zambrano, pág. 286)

Nos recuerda María Zambrano que, “de la soledad, de la angustia, no se sale a la existencia en un acto solitario, sino a la inversa, de la comunidad en la que estoy sumergido, salgo a mi realidad a través de alguien en quien me veo, en quien siento mi ser… Y ya después de esta certidumbre previa, necesaria … puede advenir la conquista de la soledad. Soledad relativa a los semejantes, desprendimiento de ellos; adentramiento en busca de otros espacios donde, lejos de los hombres, no estoy solo, sino ante un espejo más allá del tiempo humano, del que algunos hombres han dado testimonio”. (Zambrano, pág. 287)

 Más, el hombre que huye de sí mismo, que huye de ver, de sentir su padecer, su deseo de amar, su indigencia, y su más radical soledad… queda atrapado entre fragmentos de los que espera recibir el reflejo  anhelado de sí mismo, que así, se le ha vuelto inalcanzable. 

 Entonces, “de la fracasada identidad de la vida humana, surge la visión fragmentaria, incompleta, de través. Es la sombra de lo que nos falta, porque se interfiere; la sombra de la unidad que nos falta y bajo ella la sombra de todo aquello determinado que tendramos a ser, sin conseguirlo… 

La sombra que se entrecruza con la sombra del otro. Y aún la imagen que cada cual se crea de sí mismo, dibujada sobre la sombra de la unidad inalcanzable. El hombre proyecta su no-ser en la visión de las cosas y del hermano que viene así a ser el “otro” el “otro” de sí mismo no logrado. (Zambrano, págs. 294-295).

 Se entiende que este deseo de unidad, como tal, nos resulta excesivo al tiempo que se nos escapa. 

Pues, insiste en el hombre un profundo deseo de unidad irrenunciable que, al excederlo, lo lleva a excederse a sí mismo. 

Es decir, tal unidad es irreductible a la consciencia como resguardo, construida como un búnker para así excluir todo aquello que no convenga con su imagen, todo aquello intolerable por incomprensible o doloroso, y todo aquello que, supuestamente, no es. 

 En palabras de María Zambrano, “La visión humana no es externa a la vida; y menos que de nada, del prójimo, del semejante. Le vemos dentro de nosotros mismos. Y visión es unidad del que ve, también; se ve más cuanto más cerca de ser idéntico se esté, cuanto más lograda sea la unidad del que mira.  Ven claramente los “simples” ((Zambrano, pág. 294)

 Sin embargo, la identidad como resguardo construye “lo uno inalcanzable” frente a “lo otro irreconciliable”; Crea y solidifica sus propios infiernos. 

“Vivir en la identidad es estar a salvo del infierno; del infierno de verse en lo otro de ver lo otro y de ser lo otro que imita a lo uno. Pero la vida humana no logra alcanzarlo, sin poder renunciar a perseguirlo. El vivir humano es alteridad en el doble sentido de estar sujeto a cambios, a devenir “otro” o a sentir el peligro simplemente, lo cual ya basta. Y también en el sentido -en íntima conexión con el primero- de estar entrelazado con los otros: de no ser idéntico ni uno, verse en el otro, vivir desde el otro que llega hasta la servidumbre de sufrir la fascinación del otro que impide proseguir el camino hacia lo uno.” (Zambrano, pág 294)

Los celos pueden moldear una realidad interior más o menos rígida pero, “fragmentada”. Más, a diferencia de la envidia, determinada por haber respondido pasivamente “a la encrucijada entre el deseo de identidad y libertad”, en los celos se trata del deseo de “otro” que, supuestamente, completaría,  alimentando, alguna desnutrida y herida  condición. Condición en parte mítica, pero no por ello menos real, pues los celos devoradores, en verdad devoran desde las entrañas, alimentándose de  sí mismo, tanto como de otros que se lo permitan. 

Aún más, los celos, articulados como temor ansioso, depresivo, triste o rabioso frente a la idea de una pérdida por traición, siempre se presentan como un deseo triangulado; escondiendo la proyección, dice Freud, de un deseo homosexual. 

La persona celosa es quien desea, inconscientemente, a un tercero quien supone ser el objeto de deseo  de su par, o de cualquier otra mirada bajo la cual se juzga y valora a sí mismo. 

Esto es así, ya que, no es raro que el deseo y la atracción se despierten en torno a una  gran gama de proyecciones que, lejos de restringirse al ámbito sexual, se ligan con la negación inconsciente de aquellos resguardos a los que hemos reducido y fijado la propia vida, y que, originan ese tan temido sentimiento de insuficiencia de ser. 

En ese sentido los celos ocultan un profundo deseo de transgresión bajo todo tipo de reacciones como el control, la rabia, la tristeza, la ansiedad. 

Más aún, bajo un cierto sentimiento de privación, los celos anuncian algo así como; “si yo no puedo, tu tampoco”. Lo que muchas veces los priva de poder ver y apreciar la grandeza, el brillo, de aquellos a quienes perciben como amenaza. Así, los celos entre hermanos, amigos y allegados. Entre quienes no es raro atestiguar cómo los celos se despiertan a partir de los saltos relacionados con el poder y hasta con la buena suerte de unos respecto de otros. Lo que nuevamente, nos lleva a pensar en esa especie de interioridad proyectiva tan característica de la envidia, pero que en los celos se trataría, siempre, de una estructura de proyecciones que se desprenden de huir del sentimiento de insuficiencia de ser, que se produce al reducir, al ser que somos, a la vida, a todo tipo de resguardos fijos e inamovibles, y de la negación del deseo de transgredir esos mismos resguardos. Consciencia que puede volverse infernal, ya que la mirada celosa podría imponer su realidad, su deseo de rebajar, de humillar, de despreciar a quien se lo permita, pues será más fácil controlar a quien duda de sí mismo. 

Los celos se alimentan de la propia debilidad, así como de la debilidad de otros.   Por lo que, no son en modo alguno alagadores. “Debilidad que se sostiene de las propias fuerzas vueltas en contra de sí mismo, es decir, vueltas reactivas”

Los celos se “solidifican” en ausencia de la afirmación del propio deseo,  que despierta en quien se ha atrevido a amar. Es decir, al no afirmar el propio deseo al amar, o amando, damos lugar a la  duda. Duda constante que podemos proyectar en un drama, que bien puede culminar con su auto cumplimiento. Cumplimiento de una traición negada y  a la vez, deseada desde un principio, es decir, anticipada. Como si al sentirse constreñido por los propios resguardos  (constreñimiento de deseo devenido duda, ansiedad, depresión, rabia, control, miseria…) se desatara la tan amenazante transgresión que no termina de afirmarse como tal, sino como drama, es decir, experimentada pasivamente.

En un mundo que prioriza a la conciencia y a la higiene mental,  suele aconsejarse trabajar sobre los hábitos mentales, “no pienses en aquello que te daña”, “ sustituye unos pensamientos por otros”, “ sustituye lo negativo con lo positivo”. 

Pero, tales reacciones, como los celos, responden a registros más profundos, más inconscientes que a aquel de nuestros hábitos mentales. 

Los celos persisten cuando sentimos que no podemos responder plenamente, de frente, ante las propias reacciones. Especialmente a las reacciones corporales más profundas, de no ser capaz de sentir el propio padecer, las propias resistencias.

Los celos se fijan al experimentarlos pasivamente, al responder pasivamente y no experimentar con el propio  dolor de separación, de pérdida, de incertidumbre, de insuficiencia, de falta, de vacío, de privación, de indigencia y de nulo control sobre el deseo de alguien más… 

Entonces, ¿qué nos falta? Qué unidad, que consuelo, qué fuente viva que brote entrañable. 

Se entiende, que ningún “otro” podría completarnos. Quien espere “todo de otro” se verá cada vez más frustrado, más “vacío” en su ser y en torno a él, dejando de ser, el vacío en su ser, viviente, del cual huye por la angustia que lo anuncia como límite interior a sí mismo, como destrucción de sí. 

Más, sabían los hombres de la antigüedad que para conocernos y para sanar, había que descender, en soledad, a los inframundos de la tierra y de nuestros cuerpos. Dejar de resistir a la nada, a ser nada. Dejar de resistir al propio vacío. 

Descender a las entrañas, a las infernales entrañas, sin voz, sin luz, sin tiempo. Sentir los disonantes ritmos,   la  humeante ceguera, e imaginar.

  Sentir el hambre y ese ardor de los celos sin huir  del fuego abrazador. Para avivar las chispas entre despojos hasta devenir fuego  que consuma los cercos que constriñen, que enferman. 

Nuestro cuerpo es capaz de diluir los más rígidos tejidos de control, desdibujar a ese “otro” entre fragmentos, devolviendo a la imagen de sí su abismal y desconocida profundidad. 

Despejando las vivas sensaciones de lo sensible de la tierra, se diluye ese “hueco hambriento” que moldeaba a  “lo otro” entre sombras. Para invocar la manifestación  de “ser abismal alguien” (como lo llama María Zambrano), en complicidad, no con “los otros”, sino con “alguien abismal”  de tierra fértil, para que la palabra pueda ser creadora,  de la nada viviente. 

Pues, del vacío fluye generosa la vida  que germina de las vivientes entrañas. 

Citando a María Zambrano: La nada, “la vida sin textura ni consistencia”, “resiste” a ser de la consciencia y del espíritu. El vacío “resiste” a ser llenado. Pero, son nuestras resistencias a sentir el vacío, y a sentir el gemir de nuestras propias entrañas, y la oscuridad de la tierra que encarna nuestro cuerpo y la muerte de la que es anuncio, lo que vuelve, para nosotros, infernales el devenir de nuestras fuerzas, como intolerable el presentimiento del vacío y de la nada.” 

Al sentir el propio vacío los celos deviene un efecto de superficie que puede volverse fluido. Y son un padecimiento cuando se ha  perdido tierra, al no sabernos ser de la tierra; lo que en los hombres occidentales implica haber decidido reducir la vida a la consciencia. 

“Sabernos de la tierra nos liberaría de esta enmarañada condición de intentar llenarnos, colmarnos, satisfacernos con el deseo de otros, por medio de ejercer un control, del control que se intenta ejercer sobre otro, sobre su deseo.” (Árbol de las vidas, Bojutojú )

María Zambrano nos recuerda que, a esta pretensión de vivir solo desde la consciencia, de reducir todo saber a la claridad de la consciencia, resisten el vacío y la nada. 

Nos dice, la nada y el vacío aparecen como resistencia a este afán de ser completos, solo y solo desde la consciencia. 

Conciencia  impasible, que se quiere lejana de cualquier padecer. Conciencia qué en su afán de absorber todo en sí, de reducir todo a sí misma, en su afán de ser acto puro, libertad sin límites: “Todo” se le ha vuelto “Nada”. 

“El vivir desde la conciencia hizo el vacío en torno al hombre,  fue reduciéndolo todo a ideas sostenidas en la duda. Y entre las ideas sostenidas en la conciencia,  el sujeto, único ser afirmándose a sí mismo; dotándose de ser a sí mismo en un esfuerzo sin tregua. El vivir en la conciencia desembocó en vivir en el espíritu. Espíritu es libertad, acción creadora. ¿Puede el hombre instalarse totalmente en eso?  Al intentarlo, una resistencia se le ha aparecido; una resistencia que no es ser, puesto que el sujeto pensante de ningún ser sabe que no sea sí mismo. Y la resistencia que no puede en modo alguno ser llamada “ser”, es nada. Más es todo; es el fondo innominado que no es idea sino sentir. Sentir… porque el hombre no es sólo “espíritu”, algo idéntico a sí mismo que no necesita apoyarse en otro… Espíritu es libertad; actualidad libre de pasividad. Y el sentir se presenta ante él recogiendo en forma infernal ese vacío hecho por su conciencia.” (Zambrano, págs.186-187)

“Cerrando a la libertad, el hombre sujeto a ser libre, encuentra que todas las cosas son nada. Más, la primera, originaria “apertura” de la vida humana a las cosas que la rodean, a las circunstancias, es padecerlas. Las cosas que no son nada son algo cuando se las padece y el propio ser, el sujeto -anulando el sentir de la nada- se yergue cuando es fiel a su doble condición de haber de sufrir al propio tiempo la cárcel de las circunstancias y su propia libertad “Somos necesariamente libres”. (Zambrano, pág. 188)

Y todo parece indicar que al destruir el hombre toda resistencia en su mente, en su alma, la nada se le revela, no en calidad de contrario del ser, de sombra de ser sino como algo sin límite dotado de actividad y que siendo la negación de todo aparece positivamente. Algo indeterminado, ambiguo, amenazador, y que al ser nombrado parece ceder. Pues sucede lo contrario de como piensan quienes no la han sentido. La nada es de ese género de “cosas” que el ser nombradas producen un alivio … 

La nada se comporta como lo sagrado en el origen de nuestra historia… Lo sagrado con todos sus caracteres:  hermético, ambiguo, activo, incoercible.  Y, como todo lo que resiste al hombre. parece esconder una promesa.” (Zambrano, págs. 184-186)

En otras palabras, "inversamente, las cosas que no son nada, son algo cuando se las padece. Hasta el vacío, hasta la ausencia cobra el carácter positivo y se semeja a la presencia hasta convertirse en su promesa … 

Y es de adentro de donde brota, de lo más hondo del hombre, de su infierno irreductible, la nada. Brota incesantemente en un fluir manso e implacable porque une sin fundirlos a los contrarios. Cede y es implacable; es la negación del ser y para quien se deje fascinar por ella, acaba siendo todo el ser en la aniquilación …

Más … la armonía de los contrarios son las nupcias en que no sólo se manifiesta lo que de positivo tenía cada contrario, sino en el que surge algo nuevo no habido; la armonía es más rica que la previa disonancia. No sustrae, sino que añade algo imprevisible”. 

Toda fuerza reactiva, todo sentimiento no deseado, es el revés de un brotar más basto que al verse constreñido deja caer el peso de la fatalidad, en quienes creyéndose libres todo quieren reducir a  impasible e impersonal conocimiento. Pues que la invitación es a sentir el propio vacío, a ver el propio dolor y padecer y devenir abismal del que pueda brotar más que solo palabras. 

 

 



viernes, 18 de abril de 2025

Entre Deleuze y Nietzsche "Pensar es elejir un modo de existencia de aquel que elije"




En el curso imagen movimiento- imagen tiempo, Gilles Deleuze propone pensar distintos modos en los que, por un lado, ciertos principios lógicos han conformado los presupuestos en la historia de la filosofía que regulan las formas de la verdad de lo posible, es decir, de aquello que hace de contenido del pensamiento. Nos muestra cómo, a partir de la modernidad, se ha intentado demostrar la identidad entre la lógica y el desarrollo del pensamiento capaz de pensar efectivamente lo real, lo existente; pero, esto supone haber establecido cómo es la relación entre lo real, lo existente y el pensamiento. Se trata del principio de identidad, el principio de no contradicción y el principio del tercero excluido. Este último, nos dice, tiene la peculiaridad de ser el único desembarazado del verbo ser, más bien, discurre en el sentido de las alternancias, la alternativa: “tengo el sentimiento, cuando veo las imágenes de Carl Theodor Dreyer, que eso alterna. No es un contraste del negro y del blanco que expresarían un combate entre la luz y las tinieblas. Es una alternancia, que puede ser despiadada, entre el blanco y del negro, como en un adoquinado, una baldosa blanca y una baldosa negra” (Fuente de internet, curso: Imagen movimiento imagen tiempo 1983 Gilles Deleuze p 18.) 

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 La propuesta de Gilles Deleuze es desarrollar la siguiente fórmula, acorde al tercer principio: “Pensar es elegir un modo de existencia, de aquel que elige” p 21. Más, aquello que hace posible elegir no se reduce a lo que por el pensamiento pasa, pues el pensamiento mismo se encuentra y se descubre a partir de una diversidad de ámbitos de expresión y de poderes diversos. Idea que bien podemos desarrollar con Nietzsche.

En contraparte al pensamiento racionalista que funda su identidad con estos principios lógicos, Nietzsche vislumbra oros modos de vivir y de pensar partiendo de la afirmación y de la experimentación de fuerzas que son deseos, quereres, voluntades, pero, en el sentido de constituir multiplicidades. En “Así Habló Zaratustra”, Zaratustra, no da ordenes a la vida, escucha y espera, desciende por el más profundo de los abismos, siente hasta el más oscuro de los silencios, hasta caer del tiempo y develar diversos modos de ser del hombre. Zaratustra no se aísla, vive la más fecunda de las soledades; vive su palabra y su pensar tan intenso, tan preciso. Zaratustra da cuenta implacable de aquellas fuerzas reactivas y sentidos inconscientes que dominan a los hombres de su tiempo. Fuerzas ocultas, enterradas, olvidadas de las que emergen tesoros y ruinas. Fuerzas reactivas como el resentimiento, la culpa y la tristeza.

Más, los núcleos de estas fuerzas ¿son ciegos e indiferenciados? o, ¿nos enceguece el temor al presentir lo indefinido? Así, los demonios de Zaratustra responden:

-        ¿Cómo sentir que vemos y que pensamos con todo el cuerpo, entre y por sus diferencias vivas? Diferencias irreductibles a lo que comúnmente o habitualmente experimentamos conscientemente, diferencia que es sí mismo. ¿Cómo desplegar la multiplicidad de pensar, si no transgredimos nuestros sentidos? ¿Cómo transgredir los anclajes del sujeto dividido, fruto de creernos tan sólo al amparo del principio de identidad, subordinando todo sentido de devenir al principio de no contradicción? ¿Cómo cedemos nuestras fuerzas pare ser amoldados, domesticados, adormecidos y sublimados? La modernidad susurra: “cómo hacer para no chapotear en el caos de este mundo, en el caos de los sentidos, para en vez de ello elevarse por medio de una vida espiritual que el hombre se de a sí mismo, y apenas lo alcance el bullicio del mundo”- (Fuente de internet, curso: Imagen movimiento imagen tiempo 1983 Gilles Deleuze p 13)

En contraparte, no es la gran razón, o, el sí mismo del que habló Nietzsche, la pequeña razón que es en identidad con el espíritu del mundo o sujeto.

“Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, al que llamas <<espíritu>>, un pequeño instrumento y un pequeño juguete para tu gran razón.  El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara subyuga, conquista, destruye. El sí-mismo domina y es también el dominador del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encontrará un soberano poderoso, un sabio desconocido llámese sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

El sí mismo dice al yo: << ¡Siente dolor aquí!>> y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir – y justo para ello debe pensar.

El sí mismo dice al yo: << ¡Siente placer aquí!>> y el yo se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo – y justo para ello debe pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?

El sí mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad. Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a nuestro sí mismo. Yo os digo: también vuestro sí mismo quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: -crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ese es todo su ardiente deseo. Para hacer esto, sin embargo, ya es demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo ¡hundirse es su ocaso quiere vuestro sí mismo, y por ello os convertís vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaz de crear por encima de vosotros.” (Friedrich Nietzsche, así habló Zaratustra. Ed. Alianza 1994. P. 64-65.)

 

¿Acaso mueren y se desgastan nuestras pasiones, nuestros impulsos? ¿Cómo nos volvemos incapaces de crear por encima de nosotros mismos? Cuando decaen nuestros impulsos, sucede que nuestros proyectos se convierten en anzuelos, en laberintos sin salida, derivando hacia un profundo tedio o desprecio por las cosas y por la vida misma. Quedando reducido el Ser a lo definido, lo luminoso; o, quedamos apegados a nuestros más preciados objetos; y, entre más desgastados, tendremos a pensar:

 -Para qué, si todo da igual, si todo es lo mismo-. 

Más, si pensar es elegir un modo de existencia de aquel que elige, entonces, aun si no lo sabemos, nuestros modos de elección son irreductibles a los objetos, ¿cómo es que ignoro que el tema de mi elección no se debate entre términos objetivos que requieran justificarse? Los demonios responden a Zaratustra: -Los impulsos no requieren justificación. Son acontecimientos de superficie, irrumpen. Ven y da cuenta de los acontecimientos de superficie, donde el querer irrumpe, donde el deseo irrumpe, donde la multiplicidad de sentir se despliega maleable, esbozando paisajes, trazando signos de todos tipos. Fuerzas, capaces de desterritorializar aquello que crees son las cosas, los deseos.

 

 

 

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-Cuando me digo enamorado, sintiéndome casi enamorado, “¿es que voy a elegir entre Albertine y Andrea?”, ¿Dónde está la elección, yo que habré elegido? De hecho, no es entre Albertine y Andrea que yo elijo. Cuando yo hubiera elegido, el porvenir me lo enseña que he elegido algo distinto que entre Albertine y Andrea. Yo elegía entre el modo de existencia que tendría si amara a Albertine, si eligiera a Albertine, y el modo de existencia que tendría, en mi imaginación, si eligiera a Andrea. Yo elegía no entre dos términos llamados objetivos, elegía entre dos modos de existencia míos. Presentía, sabía que Albertine no me daría el mismo modo de existencia que Andrea. Albertine es quien puede volverlo celoso, y Proust buscaba eso. No podía estar enamorado sin estar celoso. Lo que quería es estar celoso; el amor subrogado a los celos. (Fuente de internet curso: Imagen movimiento imagen tiempo 1983 Gilles Deleuze p. 20)

Si pensar es elegir un modo de existencia de aquel que elige, cabe precisar que un modo de existencia no es lo mismo que un fin. La finalidad puede ser signo de la multiplicidad del sentido que es justo la unión entre fuerza y palabra, imaginación e impulsos … manifestación que pueden ser bienaventurada, o no, emergiendo entre múltiples fuerzas, voluntades, deseos afirmados o impuestos; es decir, entre devenires de fuerzas activas y pasivas. En este sentido, como lo afirma Gilles Deleuze, el deseo se puede entender más al modo de una fábrica que como un teatro. El deseo es producción de flujos que serán codificados. Así, también es cierto que la experiencia medianamente consciente que del deseo se tenga, se produce a su vez desde el mundo, es decir, lo que experimentamos como deseo será también codificado.

 

Así, nuestros modos de existencia abriendo entre multiplicidades de paisajes, algunos ya existentes, otros más por emerger, o, por ser creadores, pero poseen una sola cara de flujos infinitamente territorializables, el cuerpo, o, cuerpo sin órganos. Flujos de la tierra corporizándose, moldeando sedimentaciones variables, en constante movimiento; algunos visibles, otros que no los son. Flujos codificados o aun por codificar.

Vivimos un tiempo presente, presente que es ya pasado y futuro, y otra forma del tiempo: el devenir; de ahí que más que tener un cuerpo, más que sólo ser un cuerpo, nos corporeizamos a cada aliento vital.

Por lo anterior, no será lo mismo un modo que un estado existencial. Pues los estados existenciales quedan dominados por la primera forma de tiempo, renunciando al devenir, en otras palabras, renunciando a singularizarse. Un estado existencial, estará dominado por puntos de subjetivación determinados, (como los llama Deleuze) que operan como anclajes haciendo encallar las barcas, bajo el supuesto de:

-        “así son las cosas, por lo que así seguirán siendo” “así me tocó vivir” “así soy yo”, se trata de los puntos en los que ha quedado fija la conciencia de sí. 

 

 

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En la película “Precio del Éxito” de Woody Allen se presenta un estado existencial consumido por el apremio, el apuro y la necesidad del éxito que, sin saberlo, se quiere frustrado, siempre acompañado de alguna mujer desencantada, castrante y misógina.

En la película “Zelig” de Woody Allen, Zelig es un personaje muy peculiar. Él encarna a un hombre cuya constante es la de ser radicalmente lo determinable. Nos dice, el narrador de la película: determinado a vive una existencia inexistente. Sin embargo, Zelig, puede, sin saber cómo lo hace, simular una infinidad de existencias posibles. Esto es así, porque su mayor defensa contra la vida, consiste en ausentarse. Es decir, Zelig, no ejerce una voluntad propia. No quiere ser amenazante a nadie, cree que es débil.  Entonces se ausenta, se ausenta de sí mismo y a sí mismo. Así, él se vuelve invisible, simplemente no resiste. No ejerce ningún tipo de resistencia. Desde su ser pasivo, permite que otras fuerzas lo habiten y él simplemente les sirve de espejo, las simula, las imita, pero viéndose llevado a ello.

 En contraparte, el poema, Los Amorosos, de Jaime Sabines, de una manera muy bella, nos da a pensar un cierto modo existencial: existencia sostenida en la búsqueda del amor. Nos lleva a imaginar la multiplicidad de amar a través de la palabra, y diferentes modos de la afirmar y de negar la vida misma.

Así, puesto en juego algún sentido, un modo, o un estado existencial, constituye un monto de fuerza afirmándose. Afirmación que como muestra Nietzsche, puede ser activa o puede ser reactiva. En cualquier caso, nuestras elecciones emergen entre campos de fuerzas variables, que, una vez afirmándolos Uno, constituyen montos de fuerzas queriéndose, como una apuesta de vida, que incluso, pudiera ser olvidada conscientemente, sin por ello dejar de hacer sentir sus efectos inconscientes.

Las voluntades manifiestas en estos modos de existencia pudiendo abrir y formar múltiples caminos, siendo ellos mismos palabra, visión posible, clara o en tinieblas; bien pueden no manifestarse plenas de no dar cuenta del acontecer de múltiples fuerzas y el pensar como una multiplicidad que es el cuerpo, y el cuerpo siempre es el cuerpo presente o ausente, así como también es el cuerpo del devenir con sus múltiples resistencias. El cuerpo nunca es un islote a no ser que abortemos el mundo y la vida que lo sostiene y nutre, pero, también lo desafía.

Entonces, qué implica decir: - “Así son las cosas”, cuando de la propia existencia se trata. Tal vez, implique el olvido de los modos de existencia que había sembrado, que elijo sin dar cuenta ya de las voluntades implicadas a cada instante.  Pues, es cierto que somos habitados y que expresamos voluntades también ajenas; es cierto que somos pensados y poseídos al elegir y ser sujetos de repliegue de las fuerzas que somos, dejando al cuerpo ser sólo nicho de otros pájaros.

Así, en uno mismo siempre convergen múltiples modos de existencias, pues pensar es justo excederse por el ámbito de lo posible. Pero, entre más fijo sea el pensamiento, aquello que pueda manifestar en el tiempo parecerá agotarse entre dominios, estados de ser excluyentes entre sí.

Nuestras fuerzas, nuestros impulsos replegados se manifiestan  fluyentes cuando los afirmamos, afirmando el querer  y el poder que nos habita fatalmente, dando cuenta de él, de su multiplicidad, afirmándolo y manifestándolo en exceso y, en ese sentido, viviendo; de modo que el monto de fuerzas no se repliegue, por ejemplo, en espera de un ideal futuro jamás presente, o se agote a la espera de algún pasado mejor, y, más bien, que los sentidos se excedan intensivamente, abriendo desde su centro, su devenir, al tiempo, muriendo al sujeto condicionado, sublimado; viviendo la muerte.

Lo que Nietzsche nos propone, es revivir al sembrador más cercano al silencio, a la música, que a los imperativos y a los discursos. Todo estado de existencia contiene algo que escapa, que siempre escapa al pensamiento, algo de naturaleza intensiva, maleable, movediza, enraizado al cuerpo, que emerge en el cuerpo, que es el cuerpo.

 

"No busco el placer en la certidumbre, sino en la incertidumbre, en vez de <<causas>> y <<efectos>> creación continua; no en la voluntad de conservarse sino de dominar; no más esta humilde locución: << ¡todo es subjetivo! >>, sino esta afirmación: << ¡todo es también obra nuestra! ¡estamos orgullosos de ello! >>" (voluntad de poder, libro iv, 235)

“Vosotros hombres superiores, ¿qué os parece? ¿soy un adivino? ¿un soñador? ¿un borracho? ¿un intérprete de sueños? ¿una campana de medianoche? ¿una gota de rocío? ¿un vapor y perfume de la eternidad? ¿no lo oís? ¿no lo oléis? En este instante se ha vuelto perfecto mi mundo, la medianoche es también mediodía, - el dolor es también placer, la maldición es también bendición, la noche es también sol. –idos o aprendéis: un sabio es también un necio.”

“¿Habéis dicho si alguna vez a un solo placer? Oh amigos míos, entonces dijisteis sí también a todo dolor. Todas las cosas están encadenadas, trabadas, enamoradas. (Así hablo Zaratustra F. Nietzsche.)”

 

  

martes, 17 de diciembre de 2024

Los sentidos de ser de la tierra


La filosofía expresada poéticamente desencadena una multiplicidad de sentido, hace del pensamiento un proceso vivo. Pensamiento que no busca el perpetuo reflejo de sí mismo, ni el reciclado de felices fórmulas que llevan a la conciencia a interiorizarse en la voz que se esculpe, sólo, discursivamente.

En algunos apartados de “Así Habló Zaratustra", Nietzsche presta su voz al ser de la tierra, y así, encarna los sentidos de ser de la tierra. 

 Más, ¿Cómo  encarnar los sentidos de ser de la tierra, si de entrada se la tiene por objeto de apropiación, como medio de extracción para alimentar nuestra voracidad? ¿Cómo prestar oídos a aquellas fuerzas que, si bien, sostienen nuestros pasos, alimentan nuestro cuerpo, también irrumpen como fuerzas que experimentamos aniquilantes? 

Sagrado, del latín sacer: puede interpretarse como aquello que tiene que hacerse. Sagradas, eran las potencias que violentaban nuestro sentido de orden, que por esto se distingue de lo divino. Lo sagrado , por lo tanto, excede el concepto de naturaleza. 

Pero igual,  pensando que hoy, y quizá hasta esté de moda la idea de aniquilar valores para crear unos nuevos, lo que entendemos tanto de Foucault, como de Nietzsche, es que nada puede crearse si uno no recoge de su herencia histórica y personal, al modo de un arqueólogo o de una genealogía el ser de su propia herencia, afirmando todo lo que en uno ha sido impuesto, tomado y deseado. Nietzsche, nos invita a afirmar  el azar, la fatalidad, la vida en juego, la vida que se  presenta como regalo, la vida que se nos escapa, la vida que ha sido emparedada a cielo abierto, la vida que duele y desquicia, la vida como bálsamo y como voluptuosidad desbordante. 

Se habla mucho de la crítica de Nietzsche al cristianismo y al judaísmo. Se hace énfasis en el tránsito entre el camello y el león. Del paso entre estar sometidos por el <<tú debes>> a contraponer el <<yo quiero>>. Es decir, la afirmación de la voluntad. Pero, lo que sea la voluntad tampoco nos suele ser tan evidente. Y, en esa confusión se terminan mezclando muchas cosas. 

El paso del león al niño es imprescindible. Pues,  sólo el niño, no el león, es capaz de crear. Y, crear se asimila a un juego en el que se ha podido afirmar la vida toda. No cualquier juego, “se trata de un juego donde lo que se juega es la propia vida".

 El niño tal como lo describe Nietzsche: “un santo decir sí a la vida: el espíritu quiere ahora su voluntad.” (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra)

La voluntad no es del ámbito del yo. Hay algo de la voluntad irreductible al ámbito del lenguaje y de la conciencia discursiva. Y, el espíritu es algo más profundo y complejo que el yo, o que la consciencia discursiva. Eso entendemos cuando Nietzsche describe al Espíritu como un yunque, como las memorias del cuerpo que encarnan las memorias del mundo, de un tiempo o de una historia. Pero, Espíritu, en otros pasajes, también connota fuerza, la vida de la sangre y del pensamiento indisolubles.

Y cuando escribe: “el retirado del mundo conquista ahora su mundo” (F. Nietzsche), refiriéndose al niño. Para nosotros, se trataría del desafío del mundo actual, pues que no se trataría de pensar los siglos pasados sin implicar la actualidad que es uno. 

Inocencia es el niño, y un olvido ¿cómo podría entonces anidar el resentimiento? 

“Un nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. En otras palabras, el niño ha hecho de sus venenos su bálsamo, ha lanzado la flecha de su anhelo por encima de sí” (F. Nietzsche) , se " ha rendido" a los sentidos de ser de la tierra, de ser  tierra.

El niño, no es un producto acabado; no  se alimenta del poder de otros, no busca que otros le cedan su poder. Y más aún, el niño no es tan sólo, ni principalmente, el tiempo que transcurre, el tiempo sucesivo, ni el aquí y el ahora. Es presente y más que presente, juega y excede al tiempo. “Si la humanidad cayó al tiempo, el niño vuelve a caer, cae del tiempo, es por eso eterno retorno.” ( Bojutojú, Curso Arból de las vidas)